FOTO-GALERÍA "CRISTO TE AMA"

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lunes, 18 de abril de 2011

UNA ESPADA ATRAVESARÁ TU ALMA (1)

A) EL ANUNCIO A JOSÉ



Aunque el Hijo no iba a nacer de unas relaciones conyugales entre María y José, éste, sin embargo, era el esposo legítimo de María y, en el matrimonio, tenía una misión importante como padre del hijo de María. José es un "justo" ante Dios, elegido por Dios para una misión fundamental en la historia de la salvación. Si Lucas nos presenta el anuncio del nacimiento del Hijo de Dios hecho a María, Mateo nos presenta el mismo anuncio dirigido a José. Partiendo de la paternidad legal de José, "hijo de David", Mateo introduce a Jesucristo desde el principio en la historia de la salvación: Jesús es el cumplimiento de la promesa.





El origen de Jesús como Cristo fue así: estando desposada María, su madre, con José, antes de que conviviesen, se halló encinta por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, siendo justo y no queriendo denunciarla (o revelarlo), resolvió separarse secretamente (Mt 1,18-19).





La intención de Mateo -como aparece en la genealogía (1,1-18) es mostrar que Jesús desciende de Abraham y de David y que es, por tanto, el Mesías esperado. La dificultad de Mateo es que Jesús, el Mesías, no desciende de José, en quien desemboca la genealogía1. La cadena de padre a hijo queda rota en el último eslabón: aquí no se habla ya del padre, sino de la madre de la que nace Jesús. ¿Cómo puede ser Jesús el Mesías si no es hijo de José? A esta pregunta responde Mateo. "Jesús, llamado Cristo" concluye la genealogía, y ahí empalma la continuación de Mateo: "De Jesús como Cristo el origen fue así". Con otras palabras: Jesús, el Mesías, nació de la manera siguiente: a pesar de no ser hijo carnal de José, le corresponden los derechos hereditarios de David y de Abraham. Es, pues, el Mesías.





Por este motivo José ocupa el centro del relato. Pero se afirma que lo acontecido en María no es obra de padre humano, sino del Espíritu Santo. Mateo conoce la concepción virginal de Jesús y trata de demostrar que, a pesar de ella, Jesús es el Mesías. Es lo que hace con el anuncio a José. Los dos anuncios, a María y a José, tuvieron lugar en el intervalo de tiempo entre los desposorios y la cohabitación definitiva de los esposos. Según una interpretación, María no dice nada a José de lo ocurrido en ella. No quiere interferir en los planes de Dios para con José. Espera que, como Dios ha mandado un ángel para revelarle su designio sobre ella, intervenga también con José revelándole los designios sobre él. En el silencio sufre las dudas y sospechas de José, aguardando la intervención de Dios.





Pero quizás explique mejor el texto de Mateo otra interpretación. Es posible que José hubiese llegado a comprender, escuchando el relato de los hechos de labios de María, cómo había ocurrido todo realmente.2 Y sabiendo que el embarazo de María se debe a la acción del Espíritu Santo, José decide "apartarse ante el misterio". José, comprendiendo que Dios está actuando, decide no interferir en el designio de Dios con María. Por ello decide apartarse de María en secreto. ¡Cómo podría él tomar por esposa a María, la llena de gracia! Es el sentimiento de respeto y de temor ante el misterio de Dios lo que lleva a José a querer alejarse de María. José, justo3 no ante la ley sino ante Dios, acepta totalmente la voluntad de Dios. Esto le lleva a decidir alejarse de María en secreto, sin revelar el misterio de la concepción virginal del Hijo de Dios en María.4





José guarda en su corazón como un secreto precioso el misterio descubierto en su esposa. José no se pregunta si María es culpable o no. Su duda o indecisión es acerca de lo que él debe hacer. ¿Cómo ha de comportarse él, el esposo, en la situación excepcional en que se encuentra su esposa: encinta por obra del Espíritu Santo? ¿Qué debe hacer él? Lleno de temor reverencial ante el misterio, realizado en María, su esposa, José no ve otra salida que retirarse: "separarse de ella secretamente". José "se dio cuenta claramente de que Dios había puesto la mano en su mujer y que, por tanto, era intangible para él".5 Como dice Santo Tomás: `José quiso devolver a la Virgen su libertad, no porque la creyera culpable de adulterio, sino por respeto a su santidad: sentía temor de convivir con ella" .6 Y San Bernardo:





¿Por qué quiso dejarla? Escucha, no mi opinión, sino la de los Padres. La razón por la que José quiso dejar a María es la misma por la que Pedro alejó de sí al Señor, diciéndole: Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador. Es también la razón por la que el centurión le apartaba de su casa con estas palabras: Señor, no soy digno de que entres en mi casa. Del mismo modo, José, juzgándose indigno y pecador, pensaba que una persona tan grande como María, cuya maravillosa y superior dignidad admiraba, no debía avenirse a hacer vida común con él. Veía, con sagrado asombro, que en ella resplandecía la marca inconfundible de la divina presencia. Ante la profundidad del misterio, como hombre que era, tembló y quiso dejarla secretamente... También Isabel, ante la presencia de la Virgen embarazada, se sintió llena de respetuoso temor y, por eso, exclamó: ¿De dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Ésta es, pues, la razón por la que José quiso dejarla.7





Lleno de respeto hacia María, en quien el Espíritu Santo ha obrado grandes cosas, José está decidido a dejarla totalmente en las manos de Dios. Pero, en ese momento decisivo, "estando él en esos pensamientos, he aquí que se le apareció en sueños un ángel del Señor y le dijo: No temas recibir en tu casa a María, tu esposa" (Mt 1,20). José escucha la misma palabra que ha recibido María: "No temas, María" (Lc 1,30). Este "no temas"8 tiene en la Escritura una gran significación: es la palabra de Dios ante el "santo temor" que experimenta el hombre ante una revelación de la presencia de Dios. Es este temor ante la presencia y acción de Dios en María lo que el evangelio supone en José. De aquí que el ángel le diga: "No temas recibir en tu casa a María, tu esposa; pues, ciertamente, lo concebido en ella es obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados" (v20-21).





El ángel revela a José su misión en el misterio de María y de Cristo: su misión de esposo de María y de padre legal de Jesús, a quien como padre "tú pondrás el nombre". Aunque no sea su padre carnal, José recibe la misión de hacer de padre a Jesús. Así, al mismo José le queda indicado el sentido y la forma de su vida ulterior en el servicio del misterio que se ha de cumplir en su casa. Esto tiene su significación en el cumplimiento de la historia de la salvación, como señala Mateo: "Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que el Señor había anunciado por el profeta, que dice: He aquí que una virgen llevará en su seno y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que quiere decir Dios con nosotros" (v 22-23).9 Mateo se interesa de la misión de José y le incluye en la profecía. Y, según Mateo, será José, y no María, quien dé el nombre al niño: "Y él le puso por nombre Jesús" (v 25). José, acogiendo la voluntad de Dios, actúa como esposo de María y como padre legal del Niño-Mesías. A través de José, Jesús es el descendiente de David, el Mesías de Israel. San Mateo no olvida anotar el nombre con que el ángel se dirige a José: `José, hijo de David" (v20).





Aquí queda confirmada la maternidad virginal de María, en la que Mateo -valiéndose de la versión griega de los LXX que traduce -almah por parthenos- ve cumplida la profecía: "Ved que la Virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel" (Is 7,14; Mt 1,23). Mientras subraya el cumplimiento de la esperanza mesiánica en Jesús, pone de manifiesto el alumbramiento prodigioso de María de aquel que es Emmanuel, el Dios-con-nosotros. La virginidad de María a los ojos de Mateo y de la tradición cristiana es vista en relación a Cristo. Cristo no es fruto de un amor humano, sino del Espíritu Santo. En María el protagonista es el Señor y la virginidad es la expresión de esta primacía. Cristo no surge del semen humano o del amor que une a María con José, sino del amor de Dios.



El relato de Mateo nos muestra, finalmente, cuál debe ser la manera cristiana de acoger con espíritu de fe el misterio de la concepción virginal de María. En José, el esposo de María, hallamos la actitud de fe, humildad y respeto con que acoger este misterio de la acción de Dios en María: "José hizo lo que el ángel del Señor le había mandado: recibió a su esposa y, sin tener relaciones conyugales, ella dio a luz un hijo, al que José puso por nombre Jesús" (Mt 1,24-25).





http://www.mercaba.org/FICHAS/MAR%C3%8DA/una_espada_atravesara_tu_alma.htm

DEL SILENCIO a la reflexión, de la reflexión a la solemnidad y de lo solemne una procesión

No es fácil, para el ser humano, creer en Dios. Primero, porque el lenguaje preferido de Dios es el silencio. Segundo, porque siempre que le imploramos, parece no escucharnos. Tercero, porque deseamos que Él nos dé pruebas de su existencia, y para Dios, tales pruebas son insolencias humanas que le ofenden. En consecuencia, para hablar con Dios, huyamos del bullicio; sepamos esperar, con fe, que nos conceda aquello que le pedimos y aceptemos que la mejor prueba de su existencia somos nosotros mismos, que por bondad de Él, existimos. Es más fácil negar la existencia del mundo que la de Dios. El mundo se acaba para quien se muere, sea humilde o engreído. Y aunque parezca inverosímil, es la muerte el premio a la osadía de negar al autor de la vida y el único que puede, como lo demuestran las criaturas que perviven, seguir con vida hasta que Aquel así lo disponga. Y no faltan quienes niegan la resurrección sin darse cuenta que al negarla afirman que Dios no es el autor de la vida. Naturaleza de Dios El empirismo sostiene que todo conocimiento humano comienza por los sentidos y los racionalistas, que es de la razón misma de donde emergen las ideas que nos permiten explicar el mundo en el cual nos movemos.



En consecuencia, hablar de la naturaleza de Dios no puede tener una vía gnoseológica meramente humana. Todo cuanto podemos hacer es preguntarnos si creemos en Dios y si lo aceptamos podremos continuar profundizando en el tratado de teodicea. Porque si nuestra respuesta es negativa es un sinsentido hablar de alguien a quien negamos su existencia. Sólo es posible, como sujetos que tenemos la capacidad para conocer, reitero, si no somos escépticos, conocer lo existente. De ahí que resulte ridículo que un hombre se declare ateo y sin embargo, participe en debates y foros sobre la naturaleza y existencia de Dios. A Dios no le puede conocer el hombre sino a través de las vivencias religiosas que tengamos, es decir, a Dios no se le conoce, se le siente. Pero en forma variable según sea el grado de aceptación que tengamos de su existencia. Son pocos los filósofos que han querido demostrar su existencia y muchos los seres humanos que por su fe lo han proclamado. Ejemplo de ello son las procesiones de formas variables, según el motivo o solemnidad. Así también el silencio es un acto para reflexionar y un culto simbólico de la solemnidad, no de una acto fúnebre sino para dar culto al acto mas sublime de la existencia de todo aquel que se declare cristiano y actualmente profese el catolicismo. El silencio es mostrar respeto por el hombre que entrego su vida para salvación del los hombres.



El uso de las procesiones se remonta a la más lejana antigüedad y la Biblia cita frecuentes ejemplos de las mismas como la vuelta de Josué alrededor de las murallas de Jericó y aquélla en que David danzó delante del Arca. Una procesión es un desfile religioso organizado de personas que realizan un recorrido, de un lugar a otro, bien partiendo de un lugar y volviendo a él. Las procesiones existen en la mayoría de las religiones. En el cristianismo, forman las procesiones la parte más importante del culto exterior. Es difícil hacer una historia de las procesiones cristianas, aunque cabe pensar que en los primeros tiempos de persecución serían muy extrañas, y sólo en el interior de los lugares de culto. Existe constancia histórica de algunas procesiones en la Edad Media Situémonos entre el siglo XIV y comienzos del XVI en cualquiera de las siguientes ciudades italianas llenas de vida, alboroto y gran movilidad comercial y social: Florencia, Venecia, Génova Roma, Milán o, Sicilia.



La burguesía se fortalece como una nueva y poderosa clase social, independiente de la iglesia y de la corte. Los nuevos y acaudalados señores, empeñados en establecerse en el espacio social que han conquistado, emplean sus fortunas tanto en ser, como en lucir ricos y se rodean de pinturas, esculturas y todas las expresiones artísticas del momento que expresan el lujo y la exquisitez de sus dueños. La demanda crece, paga bien y es un desafío a la capacidad de innovación y de creatividad de los artistas para captar la realidad y expresarla bella y fielmente. De manera que compitieron. Pintores, escultores, arquitectos, diseñadores de jardines, telas, gobelinos, muebles y cuanto objeto artístico y decorativo era posible imaginar, trabajaron con sus ayudantes, bajo el mismo techo, en los famosos Talleres de la época. Y en esa competencia, talentos como los de Brunelechi, Piero de la Francesca, Miguel Ángel, Leonardo Da Vinci y Rafael entre otros, propusieron teorías científicas e inventaron artefactos para ayudarse a plasmar en los lienzos y en los muros, las tres dimensiones de la realidad tal y como las percibía el ojo humano.



La proliferación de dichos artefactos fue sorprendente. Sobreviven hoy, las retículas a las que llamamos Cuadriculas y las Mandorlas a las que llamamos Pasos en las procesiones. Las Mandorlas o Máquinas de Representación, fueron originalmente escenarios que representaban con maestría y gran riqueza aquello que se quería pintar. Generalmente usaban dos: uno que representaba el escenario propiamente dicho y otro, donde ubicaban a los modelos disfrazados de los personajes que serían pintados. Delante de estas dos maquetas se colocaba la retícula, que le facilitaba al pintor ubicar en el lienzo las figuras, los puntos de luz, y demás detalles relevantes de la perspectiva.



Para celebrar sus éxitos, los Talleres comenzaron a exhibir las Mandorlas al pueblo en medio de un espectacular desfile que se fue convirtiendo en una divertida y popular fiesta. La iglesia vio muy pronto el potencial de las Mandorlas, ya que una buena parte de las pinturas de la época fueron de carácter religioso y representaban imágenes sagradas y pasajes de la Bíblia. El excelente vehículo de refuerzo espiritual recién descubierto, fue encausado inicialmente en una fiesta religiosa anual, que se institucionalizo como el día de San Juan.



Pero, sin duda alguna, es a raíz del Concilio de Trento cuando adquieren una enorme importancia, sobre todo en la Iglesia Católica. Dentro del catolicismo su uso se adscribe a la piedad popular en caso de las romerías de santos y a la enseñanza de la simbología propia del cristianismo en el caso de las representaciones de la Pasión de Jesús en un marco donde el vehículo visual de la imagen, era más efectivo que la lectura del relato bíblico por las cotas de analfabetismo.



Cada viernes Santo las calles adquieren un matiz místico. A partir de las 20:00 horas comienza una marcha que convierte a la cuidad en escenario de la Procesión del Silencio, el mayor ritual religioso del catolicismo, que año con año conmemoran la pasión vivida por Jesús, el CRISTO DE DIOS. La multitud se instaura en los alrededores con un clima de completa expectación. Entonces las puertas del templo se abren y comienzan a desfilar sobre primeras cruces y cirios que va llevando en alto la comitiva. Al poco tiempo las calles circundantes se llenan de faroles y capuchas cónicas que avanzan con parsimonia en gesto de duelo. Todos los cofrades portan emblemas e imágenes religiosas, y visten de acuerdo a los colores que corresponden a su compañía. A lo largo del trayecto se pronuncian pregones y saetas que detienen la procesión en puntos estratégicos. Estas voces retóricas, pertenecientes a la tradición sevillana, ofrecen un acongojado homenaje a manera de recital y canto. Los pregones son un discurso reflexivo que tiene por objeto resaltar la esencia de la Semana Santa. La tradición de la Procesión del Silencio tiene sus orígenes en España del siglo XIII, cuando los sacerdotes franciscanos iniciaron sus Procesiones de Sangre, en los que éstos se infligían castigos físicos y representaban escenas relativas a la pasión de Cristo. En el siglo XVI, el ritual es traído a la Nueva España gracias a la orden de los carmelitas descalzos, sin embargo, no se instauraría de manera anual, como lo es ahora, hasta el año de 1854. Desde entonces se ha convertido en la procesión católica más importante.


Atavismo religioso que devela como luz sobre el prisma a los diferentes componentes que conforman la esencia de la fe, la Procesión del Silencio es una poderosa comunión con Dios, mediante la cual renovamos nuestros lazos y hacemos frente al porvenir con esperanza.